Amor gay, sexualidades diversas, perversiones y prejuicios en la vida rural

En diálogo con Infobae Cultura, el director de cine José Campusano habló sobre "Hombres de piel dura", su último filme. Si Buenos Aires es una de las grandes capitales LGTBI+ de Latinoamérica junto a Río de Janeiro o San Pablo y si, en menor medida, esta amigabilidad con las minorías de género se replica en los centros urbanos del país, ¿qué sucede en los pueblos rurales bonaerenses, es decir, argentinos, donde quizás prevalezcan prejuicios y señalamientos sobre jóvenes gay?

Es es uno de los ejes de Hombres de piel dura, el último film de José Campusano –ya un director de culto– pero no el único, ya que el director explora otras sexualidades que no por perversas dejan de ser ocultas, como las de los curas que violan la ley de celibato.

Filmada en el municipio de Marcos Paz -que tiene entre sus desarrollos económicos la agricultura mediana–, la historia cuenta la vida de Ariel, un joven que vive con su padre y su hermana, pero que tiene en el centro de sus preocupaciones la relación con un sacerdote llamado Omar, de mediana edad, con quien mantiene una relación luego de un proceso de seducción. A la vez, esta relación se transforma casi en una obsesión para el joven, lo que lleva a que el cura corte relaciones y le diga que experimente la vida. Así será.

Ariel –mientras su padre intenta llevarlo a prostíbulos para tener relaciones con mujeres de la más alta marginalidad– establece un vínculo con uno de los peones de la chacra de su padre, conoce los lugares secretos donde los jóvenes gays practican su sexualidad a la sombra de la mirada social y puede conocer otros, tal vez, vínculos más fuertes.

Infobae Cultura conversó con Campusano, recién llegado de un festival en México: "Nuestra apuesta es incluir crónicas reales de gente cercana que vuelque sus experiencias de vida sin tapujos. La sexualidad mismo en jóvenes homosexuales o heterosexueales en Buenos Aires la veo reflejada en el cine o en la tele. En el caso de nuestras películas tratamos de elegir a la gente de a pie, gente de verdad, que no están representados en el audiovisual. Hay estereotipos agotados: en cambio en Hombres de piel dura, en Vil romance o Vikingos he rodado al prójimo, a quien he tenido delante.

–¿La sociedad sería su influencia?

–Me influencia la propia comunidad, la de ciertos sectores que no tienen representación.

–¿Y entre los cineastas?

–Algunas de Torres Nilson, Lucas de Mare, José Martínez Suárez. De las recientes, Buena vida delivery es extraordinaria, como Bolivia, de Adrián Caetano.

–Usted trabaja con actores no profesionales.

–Varios actores son de la provincia de Buenos Aries o vienen del teatro, son ignotos. Es una condición de nuestra productora: no está en nosotros trabajar con famosos. Hay que llegar con las personas adecuadas y con las historias adecuadas. La escena en la que un niño es conducido por un sacerdote a un dormitorio es real hasta en los diálogos. Esa anécdota hizo que entrevistara a curas o a jóvenes que estuvieron con curas. Fue una investigación de seis años.

–Su film no tiene una mirada explícitamente condenatoria.

–Son depravados que violan inocentes. Nosotros establecemos realidades posibles documentadas, la valoración corresponde al espectador. Yo trato de no juzgar, de no ser paternalista en ese aspecto. Tomar partido no sería lo mejor. Hay que ser incondicional para armar las estructuras.

–Algunas escenas de su película son explícitas.

–Todas las escenas son consultadas con las personas partícipes, lo primero es saber si están dispuestas llevarlas a cabo, sólo así se pueden estructurar.

El municipio de Marcos Paz aportó recursos y locaciones para que este film fuera logrado. No es usual.

Tal vez tenga que ver con una cuestión de principios de Campusano: "Nunca elegimos quedar bien con la taquilla ni con el ámbito audiovisual. Sí nos interesa hacerlo con la comunidad".

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